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Una chica nos cuenta su Peregrinación a Fátima.

Cuando el Padre Fer me ha dicho que escribiera mi testimonio sobre la Peregrinación a Fátima, rotundamente dije que sí, pero minutos más tarde me dí cuenta de la complejidad que supone poner palabras a los sentimientos, vivencias y emociones personales, pues a veces es difícil expresar con palabras la intimidad de uno.

No era mi primera vez en Fátima, pero ésta vez, cada lugar volvió a ser nuevo para mí.

Cabe decir que la primera vez que estuve allí, descubrí de manos de la Virgen a su Hijo, Ella me acercó a ÉL, a Jesús, un Jesús que está VIVO y que está con nosotros, y después de ésta peregrinación, me reitero, Jesús nunca nos abandona, Él es el que nos busca incansablemente allá donde estemos.

Cuando llegamos allí, yo sentí una gran culpa por todo lo vivido en mi pasado, todo lo que estaba haciendo y que todo ese vendría conmigo a la cruz, ese sentimiento tan devastador me inundó hasta que la Virgen, me tocó de lleno el corazón y me hizo entender que su Hijo está aquí para perdonarme  y aunque me quedé con dudas de si tendría misericordia de mí, Ella me acogió en su regazo como buena Madre y me cubrió de amor.

Es una experiencia que sin duda, a todos nos ha marcado, a cada uno en su dimensión, en su nivel, de una manera diferente teniendo en cuenta las diferencias de edades que había dentro del grupo, pero a todos…Nos ha unido en la mistad pero creo que sobre todo en la fe, pues hemos compartido el Evangelio hecho compromiso, hemos vivido experiencias de comunión, de esfuerzo, de superación, de sacrificio (he ahí mi súper ampolla), pero todos con un mismo objetivo, encontrarnos con la Madre para acercarnos a la fuente del Evangelio.

Es difícil elegir un momento de la Peregrinación, pero apunto dos que me parecieron especiales. El primero es cuando llegamos todos a Fátima y nos pusimos de rodillas ante la Madre alrededor de la Capelinha, todos unidos en un mismo color, azul,todos hablando con Ella… fue muy emocionante. Y otro, es el momento de la Hora Santa, donde nos miramos con Él cara a cara, donde nos habló más directo al corazón, de una manera más especial. Es emocionante ver como los chavales “aguantan” una hora sin hablar, sin reírse, sin fumar, sin correr, sin gastar energías, dejando su fuerza únicamente a Él, y no sólo lo aguantan, sino que se les despierta el deseo de más y más.

En definitiva, hemos sentido el palpitar del corazón de Papá Dios, que hace camino en la vida junto a nosotros, y esa es la alegría más grande para un joven, saber que no camina solo.

Isa Barrado Romero

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