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Experiencia del Verano con jóvenes.

22:32
El abrazo de nuestra Madre ha renovado nuestro compromiso con la Iglesia
La semana antes los nervios se sentían en la delegación por tener todo preparado y que nada pudiera estropear una peregrinación que desde hacía tiempo estábamos esperando. La lista iba aumentando a medida que se acercaban los días.
El lunes 18 de agosto los rostros no reflejaban el cansancio de no haber dormido esa noche, sino el entusiasmo de un grupo de jóvenes que estaban dispuestos a dar lo mejor de si mismo para comenzar su camino hacia el encuentro con María, nuestra Madre. En el autobús las canciones anunciaban una semana llena de buenos momentos. Las presentaciones presagiaban que podíamos formar una gran familia, pero desde luego las expectativas de todos se quedaron cortos cuando la noche del viernes comenzaron a llegar los primeros testimonios de los chicos que había participado. Sin duda el encuentro con Cristo ha cambiado su vida.
Nuestra peregrinación comenzó en Nazaré con un día de playa que permitió conocernos y empezar el camino. Estos días han estado lleno de miles de anécdotas difíciles de resumir en unas breves líneas: la bandera Dedinju ha sido nuestra guía, los cantos, las risas, el animarnos unos a otros… tantos momentos inolvidables. Caminando hemos aprendido que algunas cosas sobran porque nos impiden ser felices en medio de la dificultad y nuestra meta siempre es Cristo, donde reside el verdadero amor que da sentido a nuestra vida y nos permite comprometernos con las personas más cercanas y con nuestra sociedad.
En este camino ha sido fundamental la Eucaristía, la oración, la formación, los testimonios… hemos visto a Dios en cada uno de los peregrinos y nos ha transformado. No han faltado momentos de dureza, de desánimo, de sacrificio, pero no importaba porque siempre tenías una mano amiga que te estaba esperando para seguir el camino o una palabra de ánimo. Hemos formado una gran familia donde todos somos importantes.
Nuestra fe nos ha permitido llegar a Fátima, donde cientos de personas han sido testigos de la alegría y la fe de un grupo de jóvenes cristianos que compartimos un mismo sentir y queremos renovar nuestro compromiso con la Iglesia.
Nuestro obispo, don Francisco Cerro, que siempre ha estado al lado de los jóvenes, nos acompañó en nuestra última jornada en Fátima. Momento inolvidable el Vía Crucis, un último momento para acompañar a Cristo y reflexionar sobre el proyecto que Dios nos tiene preparado.
Hemos vivido la experiencia de ser peregrinos, de sentir el abrazo de nuestra Madre, sabiendo que nuestro verdadero camino comienza ahora, pero con la certeza de que nunca lo haremos solos porque caminamos acompañados de una gran familia…la iglesia.
A los pies de María con nuestra cruz de peregrinos como seña de identidad y nuestras camisetas seguimos diciendo SÍ a Cristo.
¡¡¡Gracias a todos los peregrinos!!!

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